UN VERDOR TERRIBLE

de Benjamín Labatut

(editorial Anagrama)


Este libro del escritor chileno (aunque nacido en La Haya, Países Bajos) Benjamín Labatut fue una sorpresa para mí. Primero, porque no sabía con qué me iba a encontrar. Por supuesto, leí la contratapa pero así y todo no me quedaba claro de qué iba, eso no me aclaraba qué tipo de libro era este que estaba por leer. Y algunos pensarán que vivía colgada de una palmera al decir que fue un sorpresa, después de todo el ruido que hizo este libro, sus premios, su reconocimientos, sus muchas traducciones y el éxito de ventas. Claro, eso lo sabía. Pero quizás sencillamente no estaba segura si me iba a gustar a mí. Esa fue la sorpresa real: comprobar cuánto me gustó, teniendo en cuenta que quizás, por mis gustos literarios, no lo hubiese leído si no fuera por tanto ruido que hizo. Y me dije, "bueno, voy a ver qué es eso de lo que tanto se habla". Me alegro de haberlo hecho.

Dicho esto, empecemos por el principio. El libro se compone por cuatro relatos, o más bien capítulos, y un epílogo (¡que no se puede saltear!). Pero no podemos decir que sea un libro de cuentos, tampoco una novela, tiene elementos de relatos, elementos de biografías, algo ensayístico, ficción también... en realidad es difícil describir la fórmula que lo compone, pero lo que sea que tiene en la receta, funciona y fuerte.

Azul de Prusia es el primero de los relatos o capítulos y me voló la cabeza instantáneamente. Es impactante cómo logra entretejer distintos hechos y descubrimientos, que van desde la fabricación de colores para ser usados en pinturas, el descubrimiento, casi siempre accidental, de venenos altamente mortíferos, el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial y la vida de Fritz Haber, el científico alemán galardonado con el Premio Nobel de Química por el desarrollo de fertilizantes y pesticidas para usar en el agro, y que, claro, devino en el tan mortífero Zyklon, finalmente utilizado por los nazis en los campos de concentración.

La singularidad de Schwarzschild, a continuación, es un poco más biográfico ya que sigue a este obsesionado matemático, físico y astrónomo alemán, a quien se le atribuye haber descubierto los agujeros negros, con una pasión que podríamos ver como desmedida por sus estudios, que aún en el frente oriental, en la Primera Guerra Mundial, no dejó de producir artículos, descubrimientos, ecuaciones, todo lo que lo obsesionaba, y llegó a escribirle una carta a Einstein en plena guerra, que le envió desde el frente, con la resolución de sus imposibles ecuaciones. 

El corazón del corazón navega por la vida y obra de Grothendieck, un matemático excepcional, y tangencialmente de Shinichi Mochizuki, un japonés que en apariencia siguió sus pasos. Aplicó su mente genial al descubrimiento de los fundamentos de las matemáticas y algo en ello, que el común de las personas no puede comprender, provocó ciertas decisiones extremas en su vida que lo acercaron peligrosamente a la locura.

Le sigue Cuando dejamos de entender el mundo, el capítulo más extenso, compuesto a su vez de varias partes, que ahondan en el enfrentamiento entre Schrödinger y Heisenberg por sus opuestas teorías respecto de las partículas elementales. Pero nada en este mundo, que para los de afuera puede parecer frío y calculador, está falto de pasión, obsesión y locura. Este enfrentamiento teórico arrasa con vidas enteras.

Para resumir, en principio podríamos estar ante un libro que le recomendaría a aquellas personas interesadas en las ciencias exactas: matemáticos, físicos y químicos estarán en su salsa. Pero esa es una recomendación que se queda solo con la primera impresión porque, incluso para quienes como yo se sienten alejados abismalmente de todas esas ramas de la ciencia, este libro tiene una especie de hechizo que hizo que no pudiera parar de leerlo, es adictivo, está escrito de una manera en que la pasión (quizás desmedida) de sus personajes se transpira en casa palabra, se convierte en la pasión del autor, o viceversa. Labatut logró traspasarnos un poco de esa locura y esas genialidades irrepetibles, siempre con un giro que, tras páginas de explicaciones científicas (que muchos de nosotros no vamos a entender), nos bajan a la conexión con lo más humano. Es que una de las cosas que más admiré es la manera que tiene Labatut de cerrar un círculo perfecto para que todo encaje de manera que se sienta natural y a la vez extraordinario.

Una advertencia: no dejen de leer los Reconocimientos que están al final del libro. Allí nos aclara el autor algo que seguramente se van a preguntar al leerlo: ¿cuánto de todo lo que estoy leyendo es ficción y cuánto es apego a los hechos? 

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