SIEMPRE HEMOS VIVIDO EN EL CASTILLO
de Shirley Jackson
(editorial Minúscula)
Tengo una ventaja y una contra al escribir esta reseña. La contra es que pasó un tiempo desde que leí esta novela. La ventaja es la misma. Es una contra porque quisiera acordarme de mayor cantidad de detalles que se me fueron borrando. Pero también es una ventaja porque me doy cuenta que después del tiempo que pasó me quedó el recuerdo de la locura que es este libro, una locura hermosa, y la seguridad de que pasado el calor del primer momento, sigue quedando como grandiosa.
Shirley Jackson no era nueva para mí. Conocía la maestría de sus cuentos, el estilo que es su sello personal, las capas de mugre que sabe encontrar en las personas, que hacen a una historia apasionante, espantosa y a la vez genial. (Si no la leyeron, recomiendo que al menos se acerquen a su cuento más conocido, "La lotería"). Shirley nació en Estados Unidos en 1916 y en 1948 publicó su primera novela. Sus cuentos y novelas hoy son clásicos de la literatura estadounidense, e incluso dos de sus novelas tuvieron adaptación en el cine. Pero reconocimientos aparte, lo más importante es que Shirley se embarró las manos (y, creo yo, se divirtió) jugando con la psicología oscura de sus personajes, les encontró el sesgo retorcido, ahondó en la veta del miedo, exploró la crueldad no fantástica sino la cotidiana, la que habita en los poblados comunes y corrientes... y todo lo hizo bien.
Y al hablar de su obra en general siento que también estoy hablando de esta en particular que me trae a escribir la reseña, porque todo lo dicho aplica a "Siempre hemos vivido en el castillo", pero además le agrego un elemento que para mí es un montón: me regaló un personaje principal, la protagonista, de la que no me voy a olvidar, Mary Katherine Blackwood, o Merricat como todos la conocían. Yo les sugiero que lean los dos primeros párrafos de la novela y vean si eso no les da ganas de no soltarla más.
La historia es así: Merricat se presenta a sí misma en el primer párrafo y ya desde el principio nos dice que vive con su hermana Constance, a quien ama incondicionalmente, y que el resto de su familia ha muerto. Viven recluidas ellas dos con un tío que sigue vivo, aunque enfermo, son portadoras de un estigma, marcadas por hechos que ocurrieron hace un tiempo en ese mismo lugar y de los cuales ya nos iremos enterando. La historia te atrapa, te va dando esa intriga delicada, a cuenta gotas, es para sacarse el sombrero la habilidad con la que se va tejiendo, tan hábil es que parece sencilla, pero los desafío a imitarla.
Y ahora sí, casi me emociono por empezar a hablar del otro punto fuerte de la novela, paralelo a la historia: Merricat es lo que hace a esta novela inolvidable. No pierdan su tiempo tratando de descifrarla, no se pregunten tanto si ella es buena, es mala, está loca, no lo está, hizo algo, no hizo nada, por qué lo hizo... no importa, síganle la corriente a Merricat y déjense fascinar, esa es la consigna. Y es que he leído bastante a lo largo de mi vida, he leído cantidad de personajes y a muchos de ellos los amé, muchos me parecieron geniales. Pero no recuerdo haberme encontrado con ninguna similar a Mary Katherine, ella es especial. No quiero iniciar una batalla de personajes, no sé ella si será o no la mejor, quizás no lo sea, pero sí que es especial, eso sí. Merricat, te llevo en mi corazón.
Gracias Shirley por tu originalidad y maestría, por escribir sin miedo ni prejuicios. A vos también te quiero.
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